Por Karen Marín Argüello, estudiante de la Licenciatura de los Estudios Sociales y la Educación Cívica.
Reunirnos hoy, en este 25 de julio, tiene un profundo valor simbólico y ético. No se trata únicamente de recordar un hecho del pasado, sino de renovar un compromiso con la historia viva de nuestro país.
La estudiante Karen Marín Argüello, compartiendo su reflexión en el acto cívico realizado en la Facultad de Educación.
Hoy celebramos 201 años desde que el Partido de Nicoya decidió, por voluntad propia, integrarse a Costa Rica. Este acto, lleno de sentido político y cultural, fue mucho más que una anexión territorial: fue una apuesta por la convivencia, por el diálogo entre pueblos y por la construcción de un destino común.
Este hito histórico, enmarcado por la significativa decisión expresada “de la patria por nuestra voluntad”, no solo marcó un momento crucial en la consolidación del territorio costarricense, sino que también fortaleció la rica diversidad cultural que caracteriza a nuestra nación.
La incorporación del Partido de Nicoya a Costa Rica, hace dos siglos, nos recuerda la importancia de la unidad en la diversidad. Estos habitantes, con su legado cultural y tradiciones únicas, han enriquecido nuestra identidad costarricense, aportando una perspectiva valiosa que sigue influyendo en la sociedad.
En este contexto, la promoción del enfoque de educación intercultural juega un papel fundamental. Es a través de una acción educativa que respete y celebre la diversidad cultural que podemos formar personas capaces de vivir en armonía con los demás, respetando y valorando las diferencias, promoviendo el entendimiento mutuo, la empatía y la colaboración, y preparando, de esta forma, una ciudadanía responsable y activa.
Grupo de Baile Folclórico de la Escuela Nueva Laboratorio Emma Gamboa
En este 201 aniversario de la Anexión del Partido de Nicoya, desde las aulas de la Facultad de Educación debemos reafirmar nuestro compromiso con una formación que transforme, que valore nuestra herencia cultural y que nos prepare para enfrentar los desafíos de un mundo cada vez más interdependiente, y que consolide una educación de calidad para forjar una sociedad más inclusiva y solidaria.
Hoy más que nunca, en un contexto nacional marcado por tensiones institucionales, polarización social y discursos que a menudo invisibilizan o deslegitiman la diversidad cultural y regional, es urgente recuperar el sentido profundo de la Anexión como una expresión voluntaria de integración entre pueblos diversos. La historia nos recuerda que la democracia costarricense no se ha forjado en la homogeneidad, sino en la capacidad de articular diferencias, de construir consensos entre voces distintas y de reconocer que el pluralismo no debilita a la nación, sino que la fortalece.
La provincia de Guanacaste, con su herencia chorotega, su identidad fronteriza y su historia de luchas territoriales y ambientales, encarna muchas de las tensiones y oportunidades que enfrenta hoy Costa Rica: la necesidad de descentralizar el poder, de combatir el olvido institucional que aún padecen muchas regiones y de repensar la democracia desde un enfoque que reconozca las múltiples formas de habitar y construir ciudadanía en el país. En este sentido, la interculturalidad no puede ser solo una aspiración pedagógica, sino una política pública transversal que guíe el diseño institucional, el acceso a derechos y la participación efectiva de todos los pueblos.
Celebrar la Anexión desde una mirada crítica y comprometida con el presente implica también preguntarnos qué tan fieles estamos siendo a ese espíritu de inclusión que marcó aquel 25 de julio de 1824. ¿Estamos construyendo un país que escuche a sus regiones, que valore su diversidad lingüística, étnica, cultural y territorial? ¿Estamos formando docentes y estudiantes capaces de cuestionar los prejuicios, de dialogar desde el respeto y de imaginar una Costa Rica más justa para todas las personas?
Este aniversario nos invita no solo a conmemorar, sino a actuar. Desde la educación, desde el compromiso ético con la democracia y desde la memoria histórica, tenemos la oportunidad de seguir construyendo una patria en la que todas las voces cuenten, una patria donde la voluntad de los pueblos no sea letra muerta, sino horizonte común.
Que este 25 de julio nos encuentre orgullosos de nuestra historia y decididos a construir, desde la diversidad, una Costa Rica más justa, democrática e intercultural.