No me parece casual que ocurriera esta semana: la solicitud de la Ministra, acogida con entusiasmo por el Consejo Superior de Educación, para eliminar el Programa de Estudio de Afectividad y Sexualidad Integral. Al día siguiente supimos que también se va a retirar el protocolo de atención al bullying en población estudiantil LGTB.
Estas eliminaciones se enmarcan dentro de lo que llaman: Acciones que promueven la aceptación de la diversidad humana para la sana convivencia y una cultura de paz en el sistema educativo costarricense. Cuando vi el pantallazo del oficio en los medios de difusión, me sentí muy confundida. Tuve que leerlo varias veces: me chocó como contradictorio. ¿Cómo funciona eso de que la aceptación de la diversidad humana y la cultura de paz se abandere en la eliminación de los programas anteriores que sí han arrojado resultados positivos, por ejemplo, disminuyendo el embarazo adolescente? Según la oficina de prensa del Ministerio: “El objetivo principal del MEP es asegurar que estos contenidos se impartan sin sesgos ideológicos ni formación erótica que pueden impactar en la formación integral de los jóvenes”. Sobra decir que hay otro sesgo ideológico en esta decisión, pero eso es válido y lo podremos valorar en la contrapropuesta que se presente. El problema es que no tenemos esa contrapropuesta. Y bueno, puede ser que la nueva propuesta formativa para la niñez y la juventud sea excelente, integral y un salto cualitativo que supere por mucho los programas existentes hasta ayer. Me encantaría poder ser optimista. Pero no hay contrapropuesta. Solo un silenciamiento de lo anterior.
El 30 de enero, próximo jueves, se celebra El Día Escolar de la No Violencia y la Paz. Según parece, en Costa Rica, la paz en las escuelas está convirtiéndose en anzuelo electoral para la polarización. Como promotora activa de la cultura de paz, me inquieta profundamente que la médula de la noticia sea la de arrasar con “lo viejo”. Los programas anteriores son imperfectos, pero una ruta respetuosa, basada en una cultura de paz propositiva, significa la integración de criterios, la transparencia en los procesos y la valoración democrática basada en evidencias. Implicaría necesariamente socializar el plan de cambio e innovación como primer paso, para luego eliminar lo que sea superado o quede desactualizado. Lo más importante es no perder el norte: el bienestar superior de la infancia y la juventud; establecer las necesidades de la niñez y adolescencia, en lugar de obsesionarnos con “lo que no queremos que reciban”. Johan Galtung diferencia la paz positiva: la que construye, la que actúa, la que propone, de la paz negativa, que es la que destruye, la que se impone, la que apacigua por la fuerza, porque obliga al silencio. ¿Cuál es la cultura de paz que queremos construir en nuestros centros educativos?
Esta noticia llega en la misma semana de la inauguración de Donald Trump y su agresivo despliegue de órdenes ejecutivas, recibida con furiosos aplausos por su base de seguidores. Esta semana también, en La Revista CR, Luis Paulino Vargas Solís nos interroga de manera directa: ¿Un movimiento fascista en Costa Rica? En sus palabras, un chavismo es fascista por “su ideología negativa, su afán de destrucción, el terror que lo mueve y el odio que lo anima”. Nada de esto nos resulta nuevo ya. Nos hemos venido acostumbrando al estilo autoritario y populista de esta administración que no se quedará estático: seguirá escalando. La noticia de esta semana me habla de una cultura de paz sustentada en el borrón y cuenta nueva, en la improvisación y el desprecio al camino trazado por quienes estuvieron antes.
Este año recibiremos malas noticias. Estamos a la espera del informe 2025 del Programa Estado de la Nación sobre el estado de la educación nacional. Podemos anticipar que los resultados serán alarmantes. ¿Debería ser prioridad hablar sobre educación para la afectividad? Yo abogo porque sí, en el contexto actual de crisis de seguridad, debacle educativa, vulnerabilidad social y tasas sin precedentes de violencia. ¿Esto sacará adelante a la educación pública? Los niños, niñas y adolescentes de todo nuestro territorio nacional necesitan desarrollar fundamentos sólidos para la lectoescritura, competencia matemática, pensamiento crítico, análisis de la realidad nacional, capacidad para la convivencia en un país diverso y pluricultural, dominio tecnológico y de idiomas. Todo esto es urgente si el país va a tener un futuro democrático. El Ministerio de Educación Pública nos debe un plan de acción concreto. En términos de afectividad y cultura de paz, nos debe dar una propuesta constructiva, no destructiva. Una que se enfoque en resultados y no en reacciones. Pero qué digo, tal vez hay avidez de aplausos similares a los que están tronando en Estados Unidos. Tal vez no se desea un futuro democrático. Y tal vez esta acción solo sirva para atizar el fuego de la polarización, porque en río revuelto, ganancia de pescadores. ¿Cultura de paz? Ilusa de mí.
Por Claire De Mezerville López
Profesora Facultad de Educación UCR y consultora